Piden que no se terminen las tradiciones prehispánicas

Peregrinan danzantes prehispánicos
Por Nancy Miriam Méndez Castañeda
Miles de penachos y sonidos de cascabeles danzaron a la Basílica de Guadalupe.
Al ritmo de los tambores, hombres, mujeres y niños en guaraches y otros descalzos, en trajes prehispánicos de diferentes colores, bailaron por la Calzada de Guadalupe.
Raúl López Pérez, de 56 años, es uno de los guerreros con penacho alto, emplumado, traje tradicional negro con adornos dorados. Lleva 50 años de bailar a los cuatro elementos y de visitar a la Virgen morena junto con los danzantes.
“Venimos a pedirle (a la Virgen) perdón por todo el daño que hacemos, tanto a Tonantzin que es la madre virgen, la madre tierra, pedirle perdón por los daños que le hemos hecho”, dice Raúl.
Danzar es una tradición de generaciones. Cada segundo domingo de noviembre se realiza y esta es la peregrinación 55.
Raúl explica que danzar para la Virgen Guadalupana o Tonantzin, representantes para él de la misma idea, pues ambas son madres, está dentro de su cultura como indígena, pero faltan espacios.
“Hacen falta espacios para los danzantes, sobre todo que protejan la cultura porque la está abandonando el Gobierno”, comenta, “porque en Texcoco se han encontrado ruinas y no han hecho caso y luego hasta nosotros mismos las estropeamos”.
Viajó desde Texcoco, Estado de México, y heredó la danza azteca a sus hijos y nietos en espera de que no se abandone la tradición de la cultura prehispánica y las costumbres religiosas, porque la Virgen morena escogió a los indígenas para hacerse visible.
“Los españoles vinieron a conquistar y la Iglesia también, pero ya hay una conquista del corazón por la Guadalupana”, señala, “nos acercamos con Cristo y les hacemos oración, pero si hay una mezcla entre lo prehispánico y lo católico”.
Raúl, prisita y trabajador en el ramo de material de construcción dice que todos estamos “choreados” por la política y que para cualquier Presidente nuevo le será difícil mover el País, porque somos demasiados y no sabemos respetar lo nuestro.
“No respetamos nuestra cultura y luego tiramos basura y destruimos, nos hace falta educación en nuestra cultura, porque hay veces que ni sabemos porque danzamos, luego dicen ‘mira ahí vienen los apaches’ y decimos, bueno, pero por qué venimos no.
“Lo que nos hace falta es salir más de donde estamos, hay muchas partes bonitas y nosotros mismos las descuidamos”, agrega.
Entre tambores, desmayados por el sol, heridos de los pies descalzos quemados por el concreto, penachos en el suelo de la explanada, brillos de los trajes de colores verdes, rosas y azules, las danzas aztecas no se detuvieron para entrar a misa, algunos se quedaron con el sol de las 15:00 horas.
Victoria Sánchez Hernández es otra de las danzantes y viste de blanco con flores bordadas en tonos verdes.
Ella es una de las guardianas que venera a la esencia divina posada en el Cero del Tepeyac, platica.
“Somos guardianes de nuestras raíces y tradiciones que venimos a danzar para venerar los elementos que hay en la tierra, el fuego, la tierra, el agua, todos los animalitos, las plantas”, dice.
Secretaria bilingüe de profesión, explica que la danza se separa de la profesión, porque al danzar todos son familia y comparten una misma tradición y compromiso.
Victoria agrega que la veneración y los rezos son las danzas, donde no hay combinación de prehispánico con católico, sino es un todo.
“Aquí antes se veneraba a Coatlicue Tonantzin y aquí es donde se posó la Virgen, por eso se aceptó a la Virgen, porque es morenita”, dice, “es la misma, no se venera una imagen, se venera la esencia de lo divino, lo que no se ve, lo que no se siente”.
Toda la plaza está llena de danzantes de diferentes edades y profesiones, algunos con sus bebés en carreolas vestidos con el traje tradicional. Todos mirando al sol y haciendo un ritual en círculos independientes.
La Basílica y sus alrededores huelen a copal e incienso y los estandartes también se mueven con sus portadores.
Adentro de la iglesia, dos rituales, dos cantos: los danzantes bailando frente al altar, abriendo camino con la quema del copal; el sacerdote y la misa ordinaria.