Crónica de una peregrinación
Por Nancy Miriam Méndez Castañeda
El dragón reposa a la entrada de la Basílica. La Guadalupana lo espera.
Su cabeza mira el umbral de la casa de la Virgen desde el suelo de la explanada.
Entre ambos, la Comunidad China comienza la danza de Tai Chi Chuan que busca la relajación. Son como 300 personas que logran su rutina bajo el sol de las 13:30 horas.
Tocan las campanadas de la iglesia, el dragón despierta.
Rodeado de gente, se levanta y contonea avanzando hacia las puertas principales que se abren. El sonido del tambor lo acompaña.
El dragón baila hacia el altar de la Virgen de Guadalupe y al llegar frente a ella se postra en símbolo de respeto.
"El día de hoy se postra frente a la Virgen para agradecer por un año más de vida y de unión", comenta Héctor Manuel Bravo, representante del Barrio Chino de la Ciudad de México.
Explica que la danza del dragón y el león significa espantar los malos espíritus para que haya buena suerte y prosperidad el año entrante.
"El león es abundancia y buena suerte igual que el dragón,así como se celebra en las fiestas del año nuevo chino, que en enero será el año del perro", platica, "venir aquí es una tradición de la cultura china como agradecimiento a la Virgen en este caso por una peregrinación más".
Algunas mujeres lucen vestidos tradicionales chinos, largos y descubriendo las piernas a los costados. Ante la espera de la misa, se cubren del sol con delicadas sombrillas rojas.
"La mayor parte de la gente que viene acá, ya es hijo de los hijos de los chinos", agrega Héctor, "ya muchos de ellos nacidos en México que conservan sus apellidos, pero que son más católicos y mexicanos que nada".
Esta es la 43 peregrinación de la Colonia China a la Basílica. Felipe Ham, mitad chino, mitad mexicano, es uno de sus organizadores.
"Ya mis padres, mi madre y mis abuelos era chinos, ya es segunda generación", cuenta Felipe, vestido de traje tradicional negro con costuras blancas, "pero nosotros ya somos más mexicanos que el nopal".
Felipe, de ojos rasgados y tez blanca, menciona que cada año, el último domingo de octubre, se realiza la peregrinación desde Peralvillo, donde empieza el baile del dragón hasta los pies del Cerro del Tepeyac.
"Ahorita tenemos poca gente, pero cada año venimos y participan ya nuestros hijos y hasta nietos también que siguen la tradición".
La misa da inicio. El dragón escucha atento.
El sacerdote agradece la visita de la Comunidad China de México por encontrar en ellos la amabilidad y el respeto al otro, expresión sencilla de amor a la Guadalupana.
"A través de la Colonia China presente en México, pienso en ese gran País que cuenta con un sexto de la población del mundo", añade el Padre, "gran reto para la evangelización en donde son pocos los católicos, y aunque tienen dificultades para unir su fe, esperemos que atraigan a muchos hacia la Iglesia".
La misa termina y la bendición cae sobre los colores vivos que cubren al dragón. Se levanta discreto y frente a su gente, en silencio, camina de regreso a su origen en el Barrio Chino.
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