Peregrinan a la Basílica para dar gracias a la Virgen
Por Nancy Miriam Méndez Castañeda
La danza prehispánica avanza hacia la Basílica.
Trajes rosas mexicano, penachos emplumados, huaraches con cascabeles, delantales negros con contornos dorados danzan al compás de los sonidos de sus pasos.
Son más de cinco mil personas que viajaron desde San Luis Potosí a encontrase con la Guadalupana.
Muchos de ellos no vinieron por peregrinar hacia el norte del País y dejar sus casas en México.
Marcelina, de 50 años, trenza larga y tez morena, viene desde hace tres años, por una promesa divina.
Una de sus hijas, desde sus seis años de edad comenzó con una enfermedad en el ojo derecho.
“En un ojo, y le pusieron medicamento y yo se la entregue a la Santísima Virgen y le dije que lo que fuera de ella, que ella sabía y se compuso, la traje hace tres años”, dice mirando al suelo, sentada bajo el umbral del portón de la Iglesia.
Platica que le pudieron quitar su tumor, pero perdió su ojo. Ahora tiene 20 años.
Sin embargo, esa no es su única plegaria. También lo son sus tres hijos, que viven en Estados Unidos.
Marcelina cuenta que hace muchos años que se fueron, no recuerda cuántos, y su mayor deseo es que estén bien y vengan más seguido a visitar a sus padres que viven de lo que les mandan del otro lado.
“Mi esposo trabaja en el campo, cuando llueve en los temporales siembra maíz y todo eso, yo tengo mis hijos en el otro lado y ellos son los que nos ayudan”, dice mirando al infinito mientras sus ojos se entristecen, “a mi me hubiera gustado que mis hijos no se fueran, pero, tardan tiempo para venir, duran tiempo”.
La migración se repite en otra historia de los peregrinos de la Arquidiócesis de San Luis Potosí.
Jesús Martínez Villa, de 54 años, viste el traje regional y el penacho rosado. Es danzante y trabajador de una fábrica textil haciendo costales de plástico en Salinas de Hidalgo, San Luis Potosí.
Señala que es un sacrificio venir cada 11 de noviembre a dar gracias a la Virgen, como es la tradición de la Arquidiócesis desde hace 28 años.
“Personalmente me gusta en mi corazón y más que nada a la Virgen, la plegaria es porque se junte la peregrinación cada año”, comentas, “y porque mejoren las cosas, aunque ahorita estamos bien”.
A Jesús le preocupa la fuente de trabajo, pues ve que la población crece y los empleos no.
“Eso causa a los inmigrantes que se van”, platica, “pues mis dos hijos ahorita aquí están, pero se van a Estados Unidos, llega marzo y se van por lo mismo de que no hay trabajo; otra es que allá ganan otro nivel de sueldo, ya no les gusta lo poquito que se paga por ahí”.
Jesús gana 440 pesos a las semana, y aún así, da gracias a la Virgen porque su familia tiene bienestar y trabajo, con lo que dice viven felices.
“Allá en San Luis se puede encontrar trabajo en la agricultura, en la albañilería, de ahí obreros pocos porque nada más hay dos fábricas”, agrega, “se pagan los mínimos y pues todos emigran, todos tenemos uno o dos hijos en Estados Unidos”.
Con la tez morena y la voz baja, los ojos cafés oscuro con paño y los dientes picados de caries al frente, añade que el Gobierno en su entidad, a pesar de ser panista, sí ha ayudado al pueblo y al campo, aunque el vota por otro partido.
“Bueno es que siendo realistas y siendo sinceros yo desde mi infancia he sido prisita, siempre seguiré siendo priista, no le hace que cambie, ahora si que los partidos no son los malos, sino los que los llevan a cabo”, dice, “así que Madrazo es mi candidato definitivamente”.
Levanta los pies y hace sonar los cascabeles de sus huaraches mientras agrega que los campesinos este año sufren los “experimentos que hace el Gobierno”.
“Ahora resulta que no les quieren dar el Procampo, se lo están dando a cuentagotas, no sé por qué lo hayan hecho de un momento a otro.
“Y afecta mucho porque ahora no hubo cosechas allá y ¿quién se da cuenta?”, agrega, “y todos están esperanzados en Procampo y ahora se los han detenido, y eso afecta mucho, a lo mejor para las próximas campañas que se vienen”.
Los danzantes a los costados de la puerta principal de la Basílica danzan despacio mientras entran los peregrinos cargados de flores en dos filas largas, mientras el Arzobispo de San Luis, Luis Morales, los rocía de agua bendita con un ramito de hojas verdes.
Los cascabeles entran al final de todos, y callan sus pasos frente al altar de la Virgen.
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