Yo, más que un signo, ¿cuál es mi significado?

Yo, más que un signo, ¿cuál es mi significado?
Lo sublime

jueves, mayo 13, 2010

PERROS NEGROS




Hace ya algún tiempo tuve una experiencia que me llenó de paz y desconcierto en una sola noche. Una breve sonrisa en mis labios se dibujó en mi rostro, me sentí confiada, pero también nunca supe por qué pasó.
Tuve que ir por la noche a Santa Fe, la nueva metrópoli modernizada que se instala rumbo a Toluca.
Acudir a Santa Fe para mí representa recorrer toda la ciudad, sin auto, y regresar hasta donde vivo, hacia el norte.
Hace mucho que ando sola y camino con frecuencia por las calles, sin importar la hora, para alcanzar algún vagón del metro antes de que lo cierren y volver a casa.
Para muchos es una odisea en una ciudad donde la inseguridad es noticia diaria, para mí es casi una costumbre.
Pues aquella noche abordé el acostumbrado camión y después microbús que me dejó cerca de uno de aquellos grandes edificios de la zona de Santa Fe, con el fin de cubrir un evento, una orden de trabajo.
Por un momento me sentí perdida y me cuestioné qué diablos hacía ahí, sola, en la noche, sin auto y tan lejos de casa, pero así es mi trabajo, nunca se puede adivinar qué sucederá en el transcurso del día. En eso consiste, en mantener la sorpresa.
El transporte me dejó lejos, así que tuve que caminar, pero como sabrán los que lo conocen, andar en Santa Fe sin auto tiene sus dificultades, pues es un complejo que, aunque tiene banquetas, no está construido para el peatón, más bien cuenta con grandes avenidas para que los conductores de coches recorran las distancias entre edificios y son pocas las personas que transitan a pie.
Pues bien, caminé rumbo a una calle un tanto oscura en la que de pronto apareció un monito (es decir, una persona extraña con cara de asaltante) que se quedó ahí en la banqueta como esperando que alguien pasara por ahí y la más cercana era yo.
Acorté el paso con la esperanza de que se fuera, pero no, el monito no se retiró y sólo se veía como una gran sombra parada junto a los pequeños arbustos.
En un parpadeo aparecieron a mi lado dos perros negros, muy altos. Ambos, me parece, eran de raza gran danés.
Pensé que de plano era un mal día, pues los animales, bastante curpulentos, se colocaron frente a mí un poco juguetones, sin nadie a su lado que los acompañara.
Sin más reinicié el andar y ocurrió la magia: uno de los perros se colocó de mi lado derecho y el otro del lado izquierdo. Creí que lo que querían era morderme, pero no, simplemente me acompañaron.
Caminaron junto a mí, sin despegarse, uno de cada lado, hasta llegar muy cerca del monito que nos aguardaba, quien de inmediato se cruzó la avenida al verme con tan fuertes ángeles guardianes.
Les pregunté (acostumbro a hablar con los animales, es parte de mi locura innata) hacia dónde iban. Desde luego no obtuve respuesta y siguieron caminando conmigo hasta la puerta a la que tenía que llegar. Ahí me dejaron.
El policía de la entrada me preguntó que si los perros eran míos, pues no podía entrar con animales. Le contesté que no.
Antes de meterme al cumplimiento de mi labor, simplemente les dí las gracias. Me miraron con sus grandes ojos fuertes, que parecieron sonreir, y se fueron.
Cuando salí de mi evento ya no estaban y bajé al centro de la ciudad, afortunadamente, con un compañero que iba bien armado para la ocasión en Santa Fe: traía auto.
Llegué a casa, al filo de la medianoche, y les conté a mis padres.
"Hoy me protegieron dos perros negros".
Sólo se miraron el uno al otro y me dijeron, con esa sabiduría que sólo los adultos mayores tienen: "ya ves, no estás sola, hay alguien que siempre te cuida, bendito Dios, quizá sean tus abuelos".
¿Dios? No lo sé, pero me llenó de confianza saber que hay una energía amable que me acompaña todos los días.

AL SEÑOR QUIJANO

Esta ocasión quisiera guardar una noticia escrita por uno de mis compañeros reporteros que, desde otra trinchera, escribió acerca de un musical teatral.
Desde luego, hay un sin fin de escenas rescatables, pero me parece que él da en el clavo ante muchas de las aseveraciones que plantea al respecto.
He aprendido mucho de su escritura en otros ámbitos, de su valentía y comicidad para escribir, pero sobretodo de su observación que va más allá de los parlamentos de las obras.
Gracias por enseñarme, indirecta y directamente, un poco más acerca del periodismo.
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“Timbiriche”, con más música que guión
Es un musical en cuyo libreto abundan bromas populares adolescentes del estilo: “Diosito, si en la peda te ofendí, en la cruda me sales debiendo”

Julio Alejandro Quijano
El Universal
Jueves 13 de mayo de 2010

La obra Timbiriche es un musical donde el estribillo de la canción “Acelerar” se repite unas 10 veces en los cinco minutos iniciales. Es un musical donde la primera carcajada sucede después de media hora y no es causada por un diálogo ingenioso o una escena irónica, sino por una error técnico de Alejandro de la Madrid, quien perdió la diádema de su micrófono en la escena donde su personaje, Toño, tiene que decidir a dónde llevar a la novia Karo. Luego de batallar varios minutos con la diadema, Toño le dice a Karo: “Espérame tantito, voy a salir a pensarlo un momento”. Sale, agarra un micrófono de mano, y regresa: “Ya lo pensé, vamos al cine”.

Es un musical en cuyo libreto abundan bromas populares adolescentes del estilo: “Diosito, si en la peda te ofendí, en la cruda me sales debiendo”, que es la frase favorita de Roberto, el personaje principal interpretado por Alan Estrada.

Entre traiciones y abdominales

Los personajes mueren de nada. Ante la tumba de su esposa Claudia, Nacho le pregunta a su cuñada “¿Qué pasó?” Ella responde que quién sabe. Y luego todos se ponen a cantar “Mamá” en tono fatídico. Al final se sabe que Claudia murió de un trombosis (o un derrame, no se sabe a ciencia cierta), aunque a lo largo de la obra siempre se le vio bastante saludable y nunca se le oyó quejarse de, digamos, adormecimiento muscular.

Es un musical donde el departamento del protagonista Roberto (un soltero empedernido e irresponsable) es igual al departamento de la protagonista Mónica (una muchacha soñadora y enamorada). La escenografía está construida en páneles negros y con tres niveles de altura unidos por plataformas y escaleras. Abajo a la izquierda está el departamento de Roberto y arriba a la derecha el de Mónica. Además de su ubicación, la única diferencia es que arriba hay una lámpara de tres focos y abajo hay latas de cervezas y bolsas de frituras. La historia secundaria es la de unos amigos que son novios, se casan, tienen hijos y son felices para siempre. Fin.

Es un musical donde el conflicto principal sucede en un gimnasio. Un día llega Fabiola, la mejor amiga de Mónica, y le da de besos a Roberto, que está haciendo abdominales. Mónica llega de improviso, descubre la traición y comienza a cantar “Besos de ceniza”. Hasta ese momento, los traidores nunca habían coincidido en algún trazo escénico, por lo que nadie, excepto Fabiola, sabía que tenía ganas de besar a Roberto.

Es un musical donde las letras de las canciones suplen la ausencia de libreto y, finalmente, donde los boleteros de la entrada del teatro (que han trabajado en el Aldama desde hace varias décadas) están disfrazados con el típico traje amarillo galáctico de Timbriche.

Tímbiriche es también un musical donde Natalia Sosa demuestra un notable crecimiento vocal e interpretativo, con un manejo impecable en dicción y tono de las canciones que interpreta. Donde por primera vez en muchos años, el papel de gay (Gerry, interpretado por Sergio Catalán) no es un bufón manipulado para hacer chistes sino un personaje con cierta profundidad.