"¿Quién dice que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón..." La canción me dio vueltas una y otra vez durante toda la tarde. Mis ideas se quebraron y sólo se concentraron en esa canción. Sus letras me hicieron un hueco.
Todo surgió por un hecho fugaz, casi por coincidencia. Hoy entrevisté a una compañía de teatro. La obra, "Infieles", escrita por Marco Antonio de la Parra que se expone en el Foro La Gruta del Centro Cultural Helénico.
Pensé que sería fácil cuestionarlos, un concepto que me parecía ajeno, casi lejano: la infidelidad amorosa. Pero no, ese no era el tema principal de la obra. La discusión cambió por completo cuando los actores iniciaron una charla acerca de la infidelidad personal, la que corrompe los ideales y sueños propios, la que trunca o provoca, la que es hacia ti mismo.
Ahí empezó todo. Mi pregunta fue reversible y durante todo el día no me permitió descansar. "¿Alguna vez te has sido infiel, me he sido infiel?"
La vida cambia, el amor cambia. Aún no he encontrado la respuesta e intento justificar un "no" con alguna excusa, porque temo que la respuesta pudiera ser "sí".
Recuerdo claramente que siempre fui aguerrida, pero en realidad siempre he tenido cerca "algo" (ni siquiera podría nombrar qué es, llamémosle suerte, Dios, ángel, no sé) que me ha permitido llegar. Cuando era niña pintaba las paredes de la casa de mis padres y lo primero que aprendí a escribir fue mi nombre.
Lo escribía en todas partes, ansiaba saber escribir más, decir más cosas y después anhelé aprender y enseñar. Mis padres decidieron incluso darme una pared completa en la zotehuela y comprarme gises de colores.
Sin embargo, desde entonces lo único que tuve claro fue que deseaba ayudar. ¿Ayudar a qué? Ayudar. Punto. Quería que los niños que jugaban conmigo en el pueblo de mis padres pudieran escribir como yo, leer los cuentos que degustaba. Quería que mi abuelita me escribiera cartas o al menos algún recado, que pudiera leer los mensajes y las tarjetas que hacía para su cumpleaños.
Ayudar. Luego quise irme a esos programas de comunidades rurales para aportar, pero no. La vida me llevó a otros lugares.
Teatro, comunicación, cientos de fiebres, noches de desvelo, aquel telón rojo, el techo blanco y las puertas que parecían cerrarse y luego abrir rendijas para pasar. Obstinada sí soy.
Hoy soy reportera, cubro teatro y me encanta; doy un curso en el Politécnico todos los sábados y tengo un hombre amoroso que siempre me mira con una ternura que me eleva el corazón.
Sin embargo, aún me queda la pregunta: ¿Te has sido fiel?
Y sigo sin responderme un "sí" rotundo. Es entonces que miro atrás y me observó en el espejo esperando encontrar en mis propios ojos una respuesta.
En silencio sólo puedo escuchar esa canción: "¿Quién dice que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón". Y me quedó con ella en un abrazo. Cierro los ojos para encontrar ese sueño que se me ha extraviado, quizá sea él el que responda con más claridad.